El fraude las hermanas Fox
Todo empezó como un juego de niñas
Las travesuras de dos hermanas dieron lugar hace más de 100 años al nacimiento del espiritismo, una creencia que goza de millones de adeptos en todo el mundo.
A fines de 1847, la familia Fox se instalaba en una casa situada en Hydesville, un pequeño pueblo del estado de Nueva York (EE UU). El matrimonio tenía cuatro hijos, aunque sólo vivían con ellos las dos más pequeñas: Margaret y Kate, de 8 y 6 años, respectivamente. A los pocos meses de la mudanza, comenzaron a oírse en la vivienda extraños ruidos que sólo se manifestaban cuando las niñas estaban en la casa. El 31 de marzo de 1848, los golpes -que luego se denominarían raps- adoptaron un vocabulario propio. Fue la noche en que la temerosa señora Fox participó, con sus hijas, en el comienzo de lo que luego sería un gran fraude.
Alarmada por los ruidos, la madre fue testigo de cómo su pequeña Kate conseguía a voluntad que los golpes se repitieran. No tuvo mejor idea que poner a prueba la inteligencia de los ruidos. Pidió que le dijeran la edad de sus hijas: los ruidos contestaron correcta y rápidamente. Sólo faltaba identificar al autor. Qué mejor pregunta que la elegida por la señora Fox: “¿Eres un espíritu?... Si es así, da dos golpes”. Con dos fuertes raps, se hizo presente el alma en pena. Así de simple y sencillo -para utilizar los calificativos de Richet-, nació “el más hermoso fenómeno de la metapsíquica” [Richet, 1922].
Casa de las Hermanas Fox
A partir de ahí, comunicarse con los espíritus ya no sería problema. Con un código preestablecido, estaba garantizado un fluido diálogo. En dicha ocasión, el espíritu golpeador se identificó como el señor Rosma, quien habría sido asesinado y enterrado en el sótano por un anterior habitante de la casa, un tal Bell. Como no podía ser de otra manera, esto atrajo la curiosidad del vecindario de inmediato. Y comenzó un incesante desfile de curiosos que querían comprobar con sus propios oídos los maravillosos raps de las Fox. Al poco tiempo, y por sugerencia de su hermano David, las niñas mejoraron su comunicación espírita con un código alfabético.
Fraternal empresa
Katie y Maggie tenían una hermana mayor, casada, de nombre Leah, quien vivía en la localidad de Rochester. Al enterarse de los acontecimientos, viajó a Hydesville. Una vez que confirmó los prodigios, trasladó a sus hermanas a Rochester para que mostraran sus habilidades. Al igual que en los de poltergeist, en los que -según los parapsicólogos- los fenómenos se trasladan junto al potencial agente, en este caso el presunto espíritu de Rosma viajó a Rochester con las niñas y, en poco tiempo, la popularidad de las Fox creció vertiginosamente.
Leah, con una muy buena visión comercial, consideró que ésta era una magnífica oportunidad para revertir este proceso espiritual en una buena fuente de ingresos materiales. Comenzó a congregar a fervientes espiritistas y puso precio a las sesiones, de tal modo que la recaudación oscilaba entre los 100 y los 180 dólares por noche. La difusión periodística fue una excelente aliada que no sólo sirvió para aumentar los ingresos, sino también para engrosar el número de creyentes de lo que pronto sería un movimiento religioso organizado. En este aspecto, el mayor impulso provino, sin duda, de Horace Greeley, dueño de uno de los más prestigiosos periódicos de la época: el The New York Weekly Tribune. Las críticas locales no hicieron mella en el informe favorable que publicó Greeley. Su credulidad lo hizo un convencido de la “perfecta integridad y buena fe” de las hermanas Fox [Kurtz, 1985].
No sólo el dinero se multiplica
Las célebres hermanas eran solicitadas en diferentes puntos del país. Sus viajes sumaron numerosas adhesiones de personalidades públicas -jueces, poetas, historiadores, políticos, etcétera-; la fama las llevó incluso a hacer representaciones en la Casa Blanca y para la reina Victoria en Londres. Pero lo que parecía ser patrimonio exclusivo de las Fox pronto se extendió a otras personas.Y a todos aquéllos que estaban en condiciones de entablar una comunicación con los espíritus se los denominó mediums. Según algunas estimaciones, en 1852 había dos mil mediums en EE UU y en 1854 la cifra ascendía a cuarenta mil (Rodríguez Soler, 1984).
Los fenómenos también se multiplicaron: “Con el tiempo, los espíritus se dedicaron a anunciar su presencia con hechos aún más prodigiosos. Movimientos de mesas, levitaciones de objetos, voces y soplos de origen desconocido e incluso mediante la aparición de imágenes fantasmagóricas o materializaciones de una sustancia misteriosa llamada ectoplasma, que tomaba la forma de miembros humanos”. [Fantoni, 1974]. Las Fox no fueron ajenas a la moda e incorporaron algunas de estas modalidades, aunque los raps fueron siempre su carta de presentación.
Apenas habían transcurrido dos años y el doctor E.P. Langworthy, un médico de Rochester, informaba, en The New York Excelsior (2 de febrero de 1850), que su investigación indicaba que los pies de las niñas, en contacto con ciertos objetos, eran los responsables de los ruidos. El mismo año, mientras el reverendo John M. Austin llegaba a similar conclusión en The New York Tribune y el también reverendo Potts duplicaba los raps en una demostración pública en el Corinthian Hall, el reverendo Charles Chauncey Burr y su hermano publicaban el primer libro desenmascarador, Knocks for the knocking, donde describían diecisiete formas diferentes de reproducir los raps, incluyendo el crujido de los dedos del pie (Kurtz, 1985).
Un truco de ilusionismo de las hermanas Fox
En 1851, se publicó una investigación llevada a cabo por tres médicos de la Universidad de Buffalo, los doctores Austin Flint, Charles A. Lee y C.B. Coventry. El informe original apareció el 17 de febrero en The Buffalo Commercial Advertiser y, en marzo, con algunas modificaciones en The Buffalo Medical Journal. Después de varias pruebas con Leah y Margaret, y tras haber eliminado otras hipótesis -mecanismos ocultos, ruidos vocales, cómplices, etcétera-, el equipo académico llegó a la conclusión de que los raps provenían de las articulaciones de las rodillas. Sumaron a la evidencia otros casos de individuos que, sin pretensiones espíritas, lograban el mismo efecto mediante técnicas similares. Tras este informe nada favorable para las hermanas Fox, éstas no permitieron más experimentos hasta el final de sus carreras [Bullough, 1985].
Algunas otras voces en discordia alertaron sobre lo evidente.Pero, como casi siempre ocurre, las minoritarias voces en disenso fueron rápidamente acalladas o ignoradas por esa gran mayoría de fanáticos cuyas anteojeras les impiden ver la realidad. Así que hubo que esperar hasta 1888 para el derrumbe final, no quizá del espiritismo, pero sí del gran fraude de las hermanas Fox.
Culpa y confesión
“Estoy aquí esta noche, como una de las fundadoras del espiritismo, para denunciarlo como un absoluto fraude del principio al fin, como la más enfermiza de las supersticiones y la blasfemia más malvada que ha conocido el mundo. Os suplico que me prestéis atención y me perdonéis, si puedo hacerme digna, con el paso que voy a dar. Os suplico también que extendáis la mano y me ayudéis para seguir en el buen camino por el que he comenzado a andar”. Éstas son tan sólo algunas de las conmovedoras palabras que pronunció Margaret Fox en la noche del 21 de octubre de 1888 ante una nutrida audiencia en la Academia de Música de Nueva York.
Si bien el 15 de octubre Margaret y Kate ya habían firmado la autorización a Reuben Davenport para revelar la verdadera historia del origen del espiritismo, Maggie no lo consideró suficiente y decidió dar lo que hoy denominaríamos una conferencia de prensa, haciendo un detallado relato de todo lo acontecido y con un espectáculo final del que sólo un sordo podía dudar. Aun cuando el comienzo había sido otro, en el incorruptible silencio que adornaba la sala, Maggie Fox desnudó su pie derecho y, con la sola ayuda de una pequeña banqueta de madera a modo de amplificador de sonidos, hizo crujir las falanges de su dedo gordo, reproduciendo los cautivantes raps que habían llenado los bolsillos de innumerables embaucadores y vaciado los de tantas pobres víctimas.
Para algunos, tal vez resulte ridículo, o a lo sumo divertido, pensar que una travesura de niñas se pueda transformar en un capítulo de la historia. Pero basta con hacer un breve recorrido bibliográfico y se verá cómo muchos casos perduran y otros nuevos se siguen sumando frente a la inocencia de los adultos. Según el propio testimonio de las Fox, el ingenuo juego de hacer rodar y golpear una manzana contra el piso tirando de un hilo fue lo que al principio fascinó y atemorizó a su madre, creando el clima adecuado para una posterior relación con los espíritus. Cuando vieron que obtenían el mismo éxito reproduciendo un sonido similar con el crujido de los nudillos de los dedos de la mano, comenzaron a intentarlo con los pies, utilizando como apoyo y caja de resonancia el respaldo de la cama. Y así nacieron los raps. La práctica constante las llevó a la perfección y, en algunas ocasiones, a recurrir a sus tobillos y rodillas.
La principal acusada fue su hermana mayor, Leah, quien desde el principio supo cómo perpetraban la trampa y, sin embargo, decidió transformar el fraude en un pingüe negocio [Fox, 1888]. Finalmente, lo que para muchos terminó siendo una desilusión, devino para otros en una religión, y un tercer grupo lo hizo su objeto de estudio.
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